domingo, 17 de agosto de 2014

UN ESTUDIO SINTÉTICO DE LA FLORA DE TARIJA

Sin la pretensión de eruditos en Botánica y sólo llevados por un sincero tarijeñismo y como un homenaje a Tarija, la “muy leal y muy fiel” presentamos a nuestros lectores este pequeño ensayo monográfico que se refiere a uno de los recursos naturales que se ofrecen al ciudadano para su explotación en bien del progreso de nuestro departamento y de Bolivia entera. Dicen que “el progreso es un factor cuyas fuerzas no se detienen nunca”... Quisiéramos que, en nuestra querida Tarija, ese progreso que ya se va manifestando a medida que los gobiernos y los hijos de esta tierra se van preocupando de atenderle, sea una verdadera realidad y no se detenga nunca. Tarija cuenta con muchos recursos naturales y, gracias a Dios, renovables, que sólo esperan la buena voluntad de los gobiernos y el afán sincero de los tarijeños para su explotación; a ello nos referiremos en este artículo.


Pese a la gran mutilación que ha sufrido Tarija en la hecatombe chaqueña, en la brevedad de su territorio, encierra riquezas en potencia, al contar con fértiles valles entre las estribaciones terminales de la cordillera y serranías del Chigmuri, hasta las estribaciones de la cordillera de Aguarangue. Se tipifica, además, por un maravilloso contraste climatológico; con la puna de las pampas de Taxara, Chorcoya e Iscayachi; los valles de la provincia Méndez, Avilés y Arce y la zona tropical del Chaco y Bermejo.

Desde El Puente comienza una serie de lomas y quebradas que alternan, al norte, con vegas y vallecitos con suelos de aluvión y arrastra, arenas y limo que permiten el desarrollo de una vegetación eminentemente herbácea y algunos árboles. Hasta Chaupiuno, son cardones, taquillos y chaparrales, descollando el palqui o Acacia Feddena y una variedad de Cactáceas Cereus y Mamildrias. Más al sur, se extienden las pampas altiplánicas con una vegetación propia de la zona: paja brava, tola, quehuiña y yareta y en las márgenes de las lagunas, totoras. Si bien la flora es raquítica y pobre, los suelos y el clima se prestan para varios cultivos como los de una oxalidácea, la oca de tubérculos ricos en almidón, alimento apreciado junto con las variedades de quinuas y otras quenopodaceas como el kañahui, el millmi, etc. sin olvidar el cultivo de la cebada y la avena.

No debemos olvidar, que, sobre todo, las variedades de quinua tienen una gran importancia en la alimentación para su riqueza en proteínas, tanto que la especie ha merecido estudio especial en México y otros países donde se ha exportado esta planta para su propagación; incluso Europa; el Kañahui tiene en sus aquenios mucho tanino, nuestros soldados del Chaco combatían la disentería precisamente con la harina de esta planta, que también es importante en la alimentación; la oca no sólo nos alimenta sino que por su riqueza amilácea puede ser materia de explotación industrial en la obtención de alcohol.

A medida que bajamos Sama y nos acercamos al valle central de Tarija ya se ven en las laderas, en un principio, raquíticos molles, Anacardácea típica del valle; también los fragantes churquis de flores amarillas del género de las Acáceas (Acacia ferox o caverna). En las rinconadas de Erquis, La Victoria, Coimata, Jurina, etc. ya se ven bosquecillos de Podocarpus poeplus u otras especies cuya clasificación no la tenemos.

A medida que nos acercamos a Tarija, en los bordes del camino se distingue el belén Nicotiana glauca, como una variedad de tabaco silvestre, mientras a la orilla de los riachuelos se alzan los sauces con sus verdes cabelleras, especialmente del llamado sauce llorón o Salix babilónica y el común. S, humboldtiana; constituyen reparos naturales en las riberas del río Guadalquivir. La zona de Santa Bárbara y el Rancho, presenta la misma vegetación, con abundantes herbáceas y arbustos, chaparrales y taquillos a cuya sombra nacen las variedades de papa silvestre: la Solanum andiun y la Solanum tarijensis (clasificadas por el Dr. Martín Cárdenas, el sabio boliviano); estas especies han servido al profesor Cárdenas para realizar ensayos de hibridación con la papa comestible en el afán de conseguir una especie resistente al flagelo de la papa (hongos).

En los alrededores, de la ciudad ya se ve el clásico “tacko” es el algarrobo con sus dos variedades: el colorado Prosopis duícis y el blanco P. alba; de talla elevada y ramazón amplia, sus frutos son empleados para alimentar y engordar a los cerdos; en el Chaco elaboran con aquellos el “cahuí”. Su madera es muy empleada en construcciones, umbrales, vigas y también para combustible, lo que ha ido contribuyendo casi a su extinción.

Al respecto de la flora del Cercado, por referencia de viejos pobladores, se dice que hace muchos años la naciente ciudad del Guadalquivir, se hallaba rodeada de un verdadero bosque de quinas elevadas, de calificada madera de construcciones, de nogales silvestres del género Juglans, el Juglans nigra o boliviensis, jarcas (Acacia visco), tipas de hermosa madera (Tiphuana speciosa), jacarandás o tarcos (Jacarandá acutifolia) y otras especies que hoy solamente las vemos en la zona bermejeña, desde la Mamora, Emborozú, Nogalitos, etc. y en las demás provincias.

Salimos de Tarija, sea al Chaco o al sur y sólo se ven hasta Junacas, por un lado y hasta La Mamora hacia abajo variedades de Cactáceas desde el ayrampu (Microditia ayrampu) y especies de distintos géneros hasta los gigantescos “caraparís” del género Cereus, Cleistocactus strausii, C. tarijensis, Trichocareus camarguensis y Trichocereus tarijensis (clasificadas por M. Cárdenas.

Comenzamos a entrar a la zona semitropical y después tropical y la vegetación varía de acuerdo a la variedad de los suelos; algunos desérticos con plantas xerófilas y otros húmedos y humosos con exuberancia de vegetación, así antes de comenzar la cuesta de San Diego, presenta una abundancia de Podocarpus y hasta heléchos arbóreos como también una especie de las primeras Gimnospermas, una cicadina. Comenzamos a bajar la cuesta de Castellón, la vegetación es más densa, con diversos árboles, lianas y bejucos; se observan zarzamoras y guayabillas y entre algunas bromeliáceas, las caraguatas (Bromelia serrá); con las fibras de sus espinosas hojas los indígenas tejen hamacas y bolsones. Ya se ven extensiones de Citráceas: naranjas, limones, mandarinas y pomelos, especies no autóctonas y sí semisilvestres

Desde el frente del pueblo entrerriano se observa el bosque, que es similar al chaqueño, con: ceibos, (Erytina cristagalli), frondosos timboys u oreja de mono (Saponaria quillay); sus frutos proporcionan la saponina y por eso sirven de jabón; abundan las tipas y jarcas (A. formosa) para construcciones, el alegre “Carnaval” de flores amarillas en el verano y, como en Bermejo, lucen también sus vistosos follajes Bignonáceas como el jacarandá (Jacarandá acutifolia) y las variedades de lapachos; el de flores lilas o tajibo, el de flores rosadas y el de flores purpurinas; todos ellos de madera muy apreciada para construcciones, árboles ornamentales también. En la ribera de los arroyuelos crecen equisetinas, la cola de caballo Equisetum arvense y Equisetum bigotense que crece hasta dos metros; alternan con las cañas bambú y los cedrones. Las Apocináceas están representadas por el quebracho colorado (Schinopsis lorentzii) de madera sumamente dura, de ahí el nombre de “quiebra hacha” planta de suelos semiáridos, al igual que el palo santo (Bulnesia sarmientoi), y el quebracho blanco (Aspidosperma Astronium balansae), de madera más blanda, pero ambas resistentes a la intemperie, las hace importantes para durmientes y también por su riqueza en tanino, base para la curtiembre como que en el Paraguay es la base de su economía; también citamos el palo mataco (Prosopis huntze), el carandá o lanza lanza que tiene una de las maderas más duras e imputrescibles para radios de ruedas de carretones y coches, durmientes, etc.; el palo amarillo (Phyllostylon mamnoides), con madera amarillenta con jaspes, muy especial en ebanistería en el Chaco lo emplean para “horcones”. Otras especies son: el guayacán (Cesal pina melanocarpa), el vinal (Prosopis ruscifolia); en esta especie al igual que, en la “pata de buey”, son muy buscadas sus hojas en la región y también, desde el norte argentino, porque se dice que en infusión contrarresta los ataques de la diabetes, con magníficos resultados.

Otros árboles de maderas preciosas son los laureles (Nerium oleander), el cedro colorado o misionero (Cedrela tubiflora) y el común o criollo (C. fissilis; su madera del primero, se emplea para trabajo de puertas, ventanas, persianas, revestimientos, carrocerías finas y mueblería en general, también podemos indicar el paraíso (Melia azedarach), el palo barroso y el ochoho (Hura crepitans), euforbiáceo gigante. pero entre los citados no olvidemos al cebil, curupau u curupay con dos variedades: Piptademia macrocarpa y el blanco, Piptademia excelsa; vegetan especialmente por las zonas de Itau, Caraparí y las cercanías del Río Tarija; sus maderas permiten amplias aplicaciones, no solamente rurales. Desgraciadamente el cebil junto con el urundel, “cuchi” o soto (Astronium urundeuva), lo están quemando para transformarlos en carbón para ENAF; no sabemos si quienes deben cuidar de estas especies se están preocupando por poner viveros para recuperarlas donde convenga.

No falta el roble americano o Tecomo pentaphylla; las propiedades de su madera las conocen todos. Llaman la atención como árboles ornamentales la pajarilla o franboyán y el palo borracho o botella, el lluchán Chorisia insignis y Ch. ventricosa, de tallos ensanchados y hermosas flores: de sus “frutos puede obtenerse abundante celulosa pura para fabricar nitrocelulosa.

La ausencia de un instituto con las características del Instituto Lyllo de Tucumán, donde uno pueda consultar, y la falta de medios de investigación como también de oportunidades, ha hecho que poco se conozca de nuestra flora y de la ubicación de sus especies silvestres dentro de la Taxonomía o Sistemática Vegetal. Esto no quiere decir que olvidemos los estudios realizados por el modesto y estudioso Dr. Martín Cárdenas, llamado el sabio boliviano; él ha hecho mucho ; ha visitado Tarija en dos ocasiones pero no ha dispuesto de tiempo para estudiar las especies autóctonas de Tarija, sobre todo, las arbóreas.

Tarija. ahora cuenta con una Facultad de Ingeniería Forestal; pero los problemas de estudio que tiene que resolver son especiales y dirigidos a la explotación científica de nuestros bosques y ahora más que nunca dedicados a la reforestación. Valgan entonces algunas sugerencias: Es urgente la reforestación para evitar la erosión de nuestros suelos, pero no sólo con plantas de fácil desarrollo como el eucalipto y sus variedades y algunas otras especies; sino que deben dedicar también sus esfuerzos a la conservación de las especies autóctonas, aunque sean de larga evolución, organizando viveros, pura y exclusivamente dedicados a aquellas especies que poco a poco van camino a su extinción, como urundeles, cebiles, nogales americanos, cedros lapachos, quebrachos, algarrobos y tantos otros que escapan a nuestra memoria.

Fomentar la creación de parques y jardines botánicos, donde los estudiosos encuentren fuentes de información sobre nuestra flora; la conozcan más a fondo y los niños aprendan y se acostumbren a amar la naturaleza y sobre todo, a respetar las plantas y a quererlas. Para los maestros, qué mejor enseñanza de la naturaleza, entrando en contacto directo con ella a la par de sus alumnos. En el Cercado en los alrededores de Tarija, Tabladita, Tolomosa, San Andrés, Bella Vista y otras zonas existen pampas sin cultivo alguno y regadas por muchos arroyuelos; qué mejor que aprovechar sus terrenos en la creación de los llamados Parques de Botánica y en ellos conservar especies extinguidas en nuestros suelos, restituirlas e incluso tratar de incorporar otras exóticas como un ensayo para adaptarlas en nuestro medio dada su importancia.


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Del periódico Presencia
La paz – Bolivia, miércoles 15 de abril de 1981

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