domingo, 2 de septiembre de 2012

A salvar tortugas de mar



De un salto abandona la lancha y se introduce en las aguas del Pacífico. Su objetivo es claro: interceptar a la tortuga marina que divisó a lo lejos y retenerla unos minutos para que los turistas naden con ella. La tarea no es sencilla dada la velocidad a la que los reptiles se desplazan: de 1,5 a 3 kilómetros por hora en el caso de la tortuga verde. Pese a ello, los diez años de experiencia en el oficio hacen que Román Martínez, también pescador, tenga éxito en su cometido.

Actividades de este tipo —paseos en bote para ver tortugas, delfines y mantarrayas, así como expediciones a manglares habitados por cocodrilos e iguanas— son parte de la oferta turística de la comunidad de Mazunte, municipio de Santa María Tonameca, en la costa de Oaxaca, México.

En los años 70 —cuentan pescadores y lancheros—, se mataba en esa población a más de mil tortugas al día para comercializar su carne y huevos. Ello motivó a que, en mayo de 1990, el Gobierno mexicano decretara la veda total y permanente de la tortuga marina en aguas de jurisdicción federal. Desde entonces, está prohibido capturar, perseguir o molestar de cualquier forma a todas las especies y subespecies del reptil. Tampoco está permitido recolectar huevos o partes del animal.

La medida afectaba a quienes vivían de los quelonios. La solución consistió en fomentar la actividad turística como fuente alternativa de ingresos a través de la construcción de un museo vivo de la tortuga, hoy denominado Centro Mexicano de la Tortuga (CMT). La institución opera en Mazunte desde los primeros meses de 1994 y es responsable del funcionamiento de tres campamentos tortugueros en las playas: La Escobilla, Barra de la Cruz y Morro Ayuta, todos ellos de importancia estratégica para el Programa Nacional de Protección, Investigación y Manejo de Tortugas Marinas. Recibe, además, a miles de visitantes que en sus estanques, piletas y acuarios pueden conocer a nueve de las 11 variedades de tortuga marina que existen en el mundo y a otras de tortuga terrestre y dulce acuícola.

Su vida es el mar. Inmersa en esa vasta masa de agua salada, la tortuga marina puede permanecer de cuatro a cinco horas en reposo y hasta una hora en movimiento. “Desde luego, si está nadando rápidamente, ya sea porque esté estresada, buscando alimento o huyendo de algún depredador, su apnea (resistencia para contener la respiración bajo el agua) se reduce considerablemente”, aclara Martha Harfush, coordinadora de Sanidad del CMT, en Principales características biológicas de las tortugas marinas, texto publicado en el sitio web del centro.

El macho sujeta por detrás a la hembra. Lo hace con fuerza. No duda en enterrarle sus garras en el cuerpo para conseguirlo. De esta forma, también mar adentro, comienza el apareamiento, proceso que puede demorar hasta ocho horas, comenta Martínez. El reptil abandona su reino acuático sólo para depositar los huevos en la playa. “Esto se dilata en promedio una hora; desde que la tortuga arriba, escarba en la arena, entierra los huevos a una profundidad de 40 centímetros, los tapa y regresa al mar”, explica Marcelino López, veterinario del Centro.

Uno de los proyectos del CMT consiste en indagar el estado de las poblaciones que anidan en las costas de Oaxaca. Se busca calcular su tamaño mediante el marcado externo (pieza metálica) e interno (microchip electrónico) de hembras de la especie laúd. Además, se construyen corrales con tela de alambre cerca de los campamentos para proteger nidadas, monitorear temperaturas y obtener índices de avivamiento y mortalidad. Finalmente, durante el arribo de tortugas golfinas, se realiza el conteo de hembras anidando en franjas específicas de la playa.

El periodo de incubación depende de la especie y de factores como la temperatura y humedad de la arena, indica Harfush. Va de los 45 a los 60 días. Las temperaturas más frías pueden favorecer el nacimiento de un mayor número de machos y las más cálidas inciden en la preeminencia de las hembras. Estos quelonios empiezan a reproducirse después de los 25 años de edad, aunque especies de talla más pequeña, como la golfina y la lora, lo hacen a los diez años.

El olor a sal y arena mojada se hace irresistible. El sonido del agua golpeando la orilla es un poderoso imán. Apenas rompen el cascarón, las crías de tortuga marina asoman la cabeza con cierto letargo, estado que abandonan rápidamente para dirigirse hacia el mar con movimientos rápidos y continuos (rasgo denominado frenesí natatorio). Al menos así describe la experiencia Jaime Ziga, guía del Centro hace una década. “Son animales inteligentes, pero también confiados y pasivos”, señala. Los conoce desde la niñez, etapa en la que no los valoraba, admite. “Mi trabajo me ha hecho más consciente de la naturaleza”.

Según Harfush, las crías poseen un saco vitelino —ubicado en una posición similar al ombligo de los mamíferos— que es su fuente de energía durante los primeros días de vida y les ayuda a cruzar con éxito la zona costera. Sin embargo, en el camino se topan con depredadores (aves, cangrejos, perros, etc.) para quienes son presa fácil.

Los nidos que personal del CMT lleva a corrales son aquellos expuestos al saqueo y la depredación al hallarse entre la vegetación, frente a la boca de los esteros o alejados del centro de operaciones de los campamentos tortugueros. Las crías que emergen en esas guaridas son liberadas al nacer y las que emergen en los nidos son acercadas a la zona húmeda de la playa. En la comunidad de Ventanilla, comenta Ziga, se realizan con frecuencia liberaciones públicas de crías de tortuga marina.

La Escobilla es a su vez la zona de anidación más importante para la tortuga golfina, especie que arriba hasta cinco veces al año para desovar. El campamento operado por el CMT en esa playa mantiene desde 1996 un programa de monitoreo de anidaciones con la colaboración de organizaciones no gubernamentales, cooperativas pesqueras, instituciones de educación superior y un número importante de voluntarios provenientes de diversos rincones del mundo.

Información de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales da cuenta de que en 2011 fueron liberadas más de 41 millones de crías de tortuga marina en el Pacífico, Golfo y Caribe mexicanos. Tan sólo en las playas La Escobilla y Morro Ayuta se calculó 1,2 millón de anidaciones de tortuga golfina y 23,3 millones de crías liberadas, según la entidad gubernamental.

Las placas radiográficas no sólo muestran parte de la anatomía interna del reptil, también revelan la causa de su traslado al centro. En ellas se observa con claridad un anzuelo de pesca atorado en el esófago. La tortuga en cuestión cayó en manos de algún pescador y fue rescatada para su curación. López retira el gancho y sutura la piel del animal que, en poco tiempo, volverá a nadar con soltura.

La adaptación y manejo de diferentes especies en cautiverio constituye otro rubro de trabajo en el CMT, el cual alberga a cerca de 500 ejemplares. En él se pueden apreciar las siguientes especies de tortuga marina: golfina, lora, jabalina, cahuama, verde, prieta, carey del Golfo, carey del Pacífico y laúd del Pacífico. Entre las variedades de tortuga terrestre y de agua dulce que el visitante puede conocer, están la tortuga del desierto, sabanera, mojina, de monte, mexicana, narizona, jicotea, lagarto, japonesa, de tres lomos y de concha blanda.

En su área de Sanidad Animal, hay dos estanques, 117 piletas y 18 acuarios. Estas instalaciones permiten en conjunto manejar un volumen de agua próximo al millón de litros en un sistema abierto. En el centro existen, además, dos laboratorios y una sala para consulta externa y cirugía.

El esfuerzo tiene lógica: conocer mejor la biología del reptil para sustentar una población de reserva que contribuya a la preservación de las especies. De manera paralela al cuidado de tortugas, se desarrollan investigaciones acerca de aspectos relacionados con su nutrición, crecimiento y comportamiento. Se apoya al mismo tiempo el seguimiento de proyectos externos.

Lo anterior se complementa con tareas de educación ambiental. El CMT pretende —mediante programas de radio, trípticos, boletines, visitas a escuelas y visitas guiadas— incrementar en la población el conocimiento sobre la tortuga a fin de sumar aliados para su conservación. Esto es vital, pues, según Ziga, la caza y la colecta de huevos se practica todavía, si bien en menor medida, en regiones del país como el Istmo de Tehuantepec, que comprende los estados de Oaxaca, Veracruz, Tabasco y Chiapas.

“Ya han muerto todos los peces y rayas. De no recibir ayuda, el personal técnico está pensando en liberar muchas de las tortugas del centro...”. El mensaje del CMT, en su página web, fue así de urgente tras el impacto del huracán Carlota en la zona costera de Oaxaca, el reciente 15 de junio. Luego de esa fecha, al centro le fue imposible continuar sus operaciones. Los vientos de Carlota dañaron parte de su infraestructura. El Diario de Oaxaca reportó en su edición digital que el huracán causó daños en seis mil nidos de tortuga en La Escobilla, correspondientes a la primera arribada del año, ocurrida el 25 y 26 de mayo. Las tareas de reconstrucción del centro comenzaron de inmediato.

La institución reanudó sus actividades el 4 de julio. Fue de mucha ayuda el apoyo del gobierno local y nacional. Su labor es financiada por la Semarnat y los ingresos provenientes de los visitantes. Aún con grietas por sellar, el CMT no ha perdido su brillo.


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