lunes, 24 de octubre de 2011

Árboles que se imponen en la gran urbe


Cuajados de color y luz, los tajibos en flor se immortalizaron en la novela El otro gallo de Jorge Suárez, a quien le bastó nombrarlos para dar una pincelada completa de la ciudad donde transcurría parte de su trama: Santa Cruz de la Sierra. Por supuesto, esta no es la única referencia estética que se hace de los árboles de la ciudad, ellos forman parte de la memoria y el imaginario colectivos que evocan un lugar hermoso gracias a su presencia.
Por eso, una visita a Luis René Moreno resulta reconfortante. A solo unos pasos de la Monseñor Rivero, su casa tiene a la entrada altísimos mangos de más de 150 años y adentro otros árboles como urucú, guayabo, palto, acerola y altas palmeras. Además, goza de la presencia de un níspero, que cada vez es más difícil encontrar en los jardines urbanos. Este médico es reconocido por su labor botánica.
Fue director del Jardín Botánico y ahora está escribiendo dos libros sobre palmeras. “Cuando muera el último árbol morirá el último hombre”, parafrasea el antiguo adagio, pensando en la deforestación que comenzó en Santa Cruz junto al boom de los cultivos agrícolas.

Recuerda árboles que desaparecieron, como un murucuyu que estaba en el canal Cotoca y que, según explica, ya no se encuentra ni uno en la ciudad y tres palmeras de cusi que adornaban el barrio Ramafa.


Forma parte del Comité de Arborización de la ciudad, que está asesorando a la Alcaldía en la reposición de árboles decrépitos o paraísos con parásitos. Admite que es una tarea complicada, porque la ciudad crece demasiado rápido y cada vez los árboles quedan en un lugar más relegado.

Según datos de la Alcaldía, ya fueron repuestos unos 10.000 árboles y se requiere la plantación de hasta un millón en un plazo de diez años, para estar a la par con el desarrollo de la urbe.
Don Luis René piensa en los canchones de las casas de antes, donde las familias tenían la costumbre de cultivar sobre todo frutales. “Ahora los niños no saben que pueden comer el fruto de un árbol, no les interesa, están ocupados con sus juegos electrónicos”, observa. Y menciona especies que ahora hay que buscar con lupa en el área urbana: como pacay, cupesí, pitón en sus tres clases, motojobobo de cuyo fruto se prepara mermelada, guapurú, bi y japutamu. También indica que se ven pocos ambaibos, y casi diezmaron los quitachiyú, marayaú, pororó, lúcuma, caracoré y pitajaya, todos ellos de una lista de más de 50 frutos silvestres. Incica que junto a ellos también desaparecieron varios tipos de pájaros e insectos. 

“La ciudad se ha convertido en un lugar agresivo para los árboles”, concluye  Darío Melgar, director del Jardín Botánico. El crecimiento de la urbe, no les da condiciones de desarrollo y conservación. “Prima lo económico sobre lo ecológico”, reflexiona Melgar, indicando que los vecinos tumban los árboles porque tapan la puerta del negocio o de su fachada”. Y también están los temores fundados en la inseguridad: no los quieren cerca porque creen que detrás se ocultan los pícaros.  

Indica que otras acciones que dañan a los árboles son las podas mal hechas y el corte de sus raíces, esto desequilibra los troncos y corren el riesgo de caerse con los vientos que alcanzan velocidades de más de 90 kilómetros por hora entre junio y agosto. Indica que en los últimos años los vientos aumentaron por la deforestación ocurrida alrededor de la ciudad. Además, se les deja muy poco espacio de tierra y todo lo demás está cubierto con cemento.

Actualmente los árboles que se muestran más adaptados a la ciudad son los tajibos rosados, blancos, amarillos y alcornoques, la mara que se encuentra en los parques, los toborochis blancos y rosados, los gallitos rosas y rojos, los jacarandás y los mangos que en muchos lugares nacen espontáneamente.
Entre los árboles nativos que se están perdiendo de la ciudad están los siraris. Melgar considera que esto se debe a que su crecimiento es muy lento, pese a que son hermosos y tienen una semilla útil en artesanía.
En las calles también se ve la presencia masiva de los siete copas; sin embargo, debido a la amplitud de sus ramas, sufren mucho, quedan muy grandes en las aceras y comienzan a afectar las casas y el cableado eléctrico, por lo que no es raro encontrarlos mutilados y deformes en varios puntos de la ciudad.

Cuando se hace un recorrido es evidente que el lugar donde existe una presencia planificada de árboles es en el primer anillo y a medida que se va saliendo del segundo, tercero, cuarto, quinto anillo y más allá, se observa descuido en las jardineras. En los barrios de la periferia abundan los barbechos, que son la vegetación que crece espontánea y desordenada después del desmonte. Y los lugares donde se observa espacios verdes bien conservados, son algunos barrios donde hay el interés de los vecinos por tener una buena área verde.




Uno de ellos es el Julio Leigue, detrás del parque industrial, donde los vecinos se enfrentan a la gente que destruye o roba las plantas y a los animales que se las comen, para vivir en un lugar arborizado. Ganaron en más de una oportunidad el concurso de Barrios Pintudos. Otro similar está al norte, se llama Los Sauces. Los vecinos, encabezados por su dirigente Vilma Coimbra, convirtieron un basural en una alameda y también fueron galardonados como barrio pintudo.
Conservados. En pleno centro, Luis René Moreno mantiene sus antiguos mangos 













   OPINIÓN  
Están ligados a nuestra  historia
Virgiio Suárez  / Arquitecto urbanista
 Los árboles son esenciales en la vida urbana. Contribuyen al equilibrio del ecosistema y determinan su calidad de vida; además forman parte de su estructura histórica, particularmente de la vivienda tradicional y popular, en la que su desarrollo siempre estuvo acompañado por la vegetación que le proveía frutos, alimentos, sombras y sosiego. En los pueblos originarios de las tierras bajas del oriente, los asentamientos surgían alrededor de un árbol.


El potencial de la arborización urbana, con especies nativas, por última vez fue aplicado de manera sostenida  (hasta principios de los 80), por el profesor Noel Kempff Mercado, se lo observa hoy en el primer anillo (tajibo de varios colores), radiales (toborichi) y en algunos barrios (árboles frutales).

Ahora, al parecer la planificación formal, no contempla un plan de arborización urbana al mediano y largo plazo integrado, a su vez, con el espacio público que se está construyendo. Primero, la norma establece para el ancho de acera pública de 2.50 a 3.00 metros para todas las calles vecinales, esto impide cualquier programa de arborización. Segundo, la poda sistemática que se hace para proteger las redes de energía eléctrica y teléfono, es un factor de destrucción de los árboles. No se ha estudiado la posibilidad de contar con redes subterráneas.

Asimismo, la marcada indiferencia ciudadana provoca dos situaciones negativos: los vecinos no valoran la importancia de tener una cubierta vegetal, sobre todo en temporada de calor y, por lo tanto destruyen o roban los árboles recién plantados.
    Son indispensables para la vida   
- Los árboles refrescan la ciudad, mantienen la humedad ambiental. Dan sombra.

- Son refugio y fuente de alimento para pájaros e insectos y otros animales. 

- Ayudan a aliviar problemas de contaminación del aire, porque producen oxígeno y reducen el dióxido de carbono en la atmósfera.

- Su sombra brinda refugio a la gente, en días en que el calor es intenso.

- En las casas donde hay árboles, el aire caliente se filtra, entonces las habitaciones son más frescas. También protegen del aire frío en invierno y son cortinas rompevientos. Asimismo, se convierten en una barrera que evita la llegada del ruido exterior (bocinas, música en altoparlantes).

-  Aquellos cuyos frutos son comestibles, brindan generosamente la posibilidad de alimentación sana para la familia. Se pueden realizar jugos saludables y a un precio económico.

- Sus hojas secas pueden ser usadas como abono natural.

- Su presencia da personalidad al lugar donde se encuentran, también brindan a la vista y al espíritu un goce estético. Alegran el ambiente.

- Imprimen la identidad de una región o ciudad. Esta característica se expresa en el imagirio colectivo de una ciudad y se transmite por la tradición oral, el arte y la literatura.

- Para plantar un árbol pida asesoramiento técnino sobre su tamaño, así evitará que este sufra y afecte a los vecinos.
Desastre. A lo largo y ancho de la ciudad hay árboles mutilados, mal podados y otros son derribados para emprender construcciones, como el caso de esta palmera que ahora solo existe en fotografía

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